Sara, a nosotras nos inspiras, ¿quieres presentarte?:
Me llamo Sara, soy fisioterapeuta y gerente del Centro Nakim. Soy una tangerina afincada en Badajoz desde el 2004. Vine a estudiar la carrera y la vida hizo que creara mi empresa y formara mi familia aquí. Diecinueve años después, estoy orgullosa de lo que he conseguido personal y profesionalmente, sobre todo que compañeros y pacientes me consideren un referente y conozcan mi forma de trabajar aunque no me conozcan en persona.
¿A qué querías dedicarte?, ¿Por qué elegiste tu profesión?, ¿Te imaginabas desarrollando el trabajo que realizas hoy?:
Desde niña siempre me ha llamado la atención lo relacionado con la salud. Soñaba con ser pediatra, pero no conseguí nota suficiente para estudiar medicina y me metí en el mundo de la fisioterapia sin estar muy convencida. Pero desde el principio fue una profesión que me enamoró y que a día de hoy disfruto cada día.
La complejidad del cuerpo y cómo se influyen unas a otras la parte emocional, bioquímica y mecánica, hacen que cada paciente sea único y muchas veces, un enigma por descubrir.
Tampoco me imaginaba viviendo en Badajoz y mucho menos abrir un negocio. Mudarme a España en una época en la que el odio a mi cultura crecía diariamente, no fue fácil. Pero a veces con una dosis de paciencia extra, he aprendido que quién juzga es porque ignora y que al final son una minoría.
Háblanos de tus logros y de las dificultades que has encontrado en tu carrera profesional:
Empecé a trabajar en el mundo de la fisioterapia de forma exclusiva con 23 años. Crecí profesionalmente en un trabajo nada perfecto en el que la individualidad del paciente se perdía en medio de aseguradoras y burocracia. Me enseñó a dejar de ser una niña, a ganar seguridad en mí misma, a ver que el mismo diagnóstico implicaba tratamientos distintos y, sobre todo, a cómo NO quería trabajar.
Con 29 años creé mi negocio en el que podía elegir el tiempo, el tratamiento, el poder tener una relación cercana con el paciente y que cada uno se sintiera especial. Siempre nos han encasillado a los fisioterapeutas como a masajistas sin más, y siendo mujer, incluso para ser masajista debes trabajar el doble para demostrar que tienes la misma fuerza que cualquier hombre a pesar de tu tamaño, o que tenemos la misma capacidad que cualquier hombre para solucionar una lesión. La frase de ‘no parece que que tengas tanta fuerza’, o ‘ eres tú la que me va a tratar?’ mientras me miran de arriba a abajo, me acompaña a día de hoy. Pero esos prejuicios solo me hacen trabajar más duro y demostrarles que se equivocan.
¿Qué consejos y sugerencias podrías hacernos?:
Las nuevas generaciones no necesitan que les recordemos que son capaces de estudiar lo que quieran o que no son menos que ningún hombre. Pero sí, enseñarles a ser perseverantes, aprender a frustrarse, a luchar por lo que quieren y que se valore el mundo de la ciencia, de la investigación y la tecnología a todos los niveles. Invertir en ello para que no suponga un sacrificio extra querer dedicarse a ello. Porque en la ciencia está el futuro y somos más que capaces de destacar en este mundo, pero sí hay que mejorar las condiciones para que sea más llamativo, que no existan techos de cristal y que la conciliación no sea una utopía.