Carolina, a nosotras nos inspiras, ¿quieres presentarte?:
Me llamo Carolina Amador Moreno y soy profesora de la Universidad de Extremadura. Trabajo como docente e investigadora en el Departamento de Filología Inglesa, y estoy afiliada como investigadora a la Universidad de Limerick (Irlanda) y a la Universidad de Bergen (Noruega).
Hasta hace poco he sido catedrática de lingüística inglesa en la Universidad de Bergen, ciudad a la que me mudé con mi familia gracias a una excedencia por la Ley de la Ciencia a la que podemos acogernos los profesores universitarios para ocupar puestos en otras universidades.
Me especialicé en temas de lingüística inglesa y he trabajado mucho sobre el contexto irlandés. Soy la fundadora del Centro de Estudios Irlandeses de Cáceres y co-fundadora junto con otros compañeros, de la Irish English Network, una red internacional que se centra en el estudio de la variedad del inglés que se habla en Irlanda.
He sido vicedecana de Relaciones Internacionales en la Facultad de Filosofía y Letras, y directora del Instituto Universitario de Investigación de Lingüística y Lenguas Aplicadas (LINGLAP).
Me encanta la naturaleza (algo que mis padres me enseñaron a apreciar), y me gustan las actividades al aire libre. Siempre que puedo voy en bici al trabajo.
Nací y crecí en Cáceres, una ciudad maravillosa y vibrante, con una actividad cultural fabulosa, y un fantástico potencial como ciudad. Soy producto de la Universidad de Extremadura: me licencié en Filología Inglesa y luego hice mi doctorado en Lingüística Inglesa en la UEx también.
He vivido la mayor parte de mi vida en Cáceres, aunque por la naturaleza de lo que hago, he salido muchas veces y he vivido largas temporadas fuera, primero en Irlanda y luego en Noruega. Muchas de esas estancias han sido a través de becas de investigación. Me agrada pensar que siempre he conseguido traerme de vuelta muchas de las cosas que he aprendido fuera.
¿A qué querías dedicarte?, ¿Por qué elegiste tu profesión?, ¿Te imaginabas desarrollando el trabajo que realizas hoy?:
Supongo que en la primera pregunta habría que especificar ¿cuándo?. Si la pregunta se refiere a la etapa en la que como adolescente tuve que elegir entre una rama del conocimiento u otra de cara a mi futuro, mi recuerdo más nítido es una conversación con el orientador de mi colegio donde yo le exponía lo que me gustaba: la Biología, la Arquitectura y el Inglés, y él me dijo “pues de esas tres cosas piensa que eligiendo la que más te guste podrás dedicarte a algo con lo que disfrutas y encima te pagarán por ello”. Cuando le conté la conversación a mi madre, que siempre estuvo muy interesada en lo que pasaba en mi vida, añadió otro apunte: si lo que me gustaba de verdad era el inglés, mejor decantarse siempre por lo que a uno le apasiona.
Yo creo que ambas conversaciones fueron importantes a la hora de elegir a qué quería dedicarme. Me ayudaron a identificar que lo que me atraía de la Biología era la investigación, y de la Arquitectura el elemento histórico, pero mi pasión por las lenguas era vocacional. No tenía como meta llegar a ser profesora de universidad, ni tampoco sabía que existía la investigación en lingüística cuando elegí estudiar letras puras, pero cuando entré en la universidad descubrí un mundo fascinante que se abría ante mí. El mundo del conocimiento me enganchó, y me embarqué en la investigación con la ilusión con la que luego emprendí mi carrera docente. Supongo que era natural que acabara interesándome por investigar la historia de la lengua inglesa, que es una de las cosas que trabajo, ya que combina el elemento investigador y la vena histórica que me atraían de las otras dos disciplinas.
Una de las cosas más fascinantes de mi profesión es que me permite comunicar a mis alumnos lo que aprendo a diario a través de la investigación, y me mantiene despierta e interesada en lo que les motiva a ellos. El hecho de que una gran parte de lo que trabajo pueda desarrollarlo de manera colaborativa no solo con otros colegas, sino también con los alumnos que pasan por mis aulas, ya supone una motivación importante para mí.
A mí siempre me fascinó el ambiente universitario. Mi tía era profesora de Historia y alguna vez la acompañé a recoger libros. Me despertaba mucha curiosidad el ambiente de aquella Facultad de Filosofía y Letras, que entonces estaba en lo que es ahora el edificio Valhondo.
Incluso ahora que ya llevo más de veinticinco años trabajando en la universidad, me sigue llenando de entusiasmo pasar un tiempo en una biblioteca universitaria, entrar en las aulas, ver a alumnos graduarse, etc.
Yo estudié toda la carrera con becas, y cuando acepté mi primera beca de investigación no me imaginaba por dónde me llevaría la carrera investigadora. Sí me imaginaba impartiendo clases, porque era algo que me gustaba.
Parte de mi trabajo supone asistir a congresos para presentar resultados de investigación. Eso no es algo que me hubiera imaginado haciendo: no soy una persona a la que le gusten destacar. Al mirar atrás ahora me doy cuenta de que en mi etapa inicial sufrí de lo que se denomina ‘miedo escénico’. Curiosamente, aunque parezca contradictorio, he sido miembro activo de varios grupos de teatro, pero hacer teatro es distinto a hablar en un congreso lleno de expertos. El sistema educativo en España no nos preparaba para hablar en público cuando yo era alumna, así que fui aprendiendo de otros.
Lo que nunca sospeché es que me fuera a gustar cada vez más lo que hago. Ni lo que sería capaz de aprender y aportar en las aulas y en mi trabajo investigador. Nunca me vi como gestora tampoco, ni me imaginé pudiendo contribuir en cuestiones de internacionalización, ni de gestión de la investigación. Pero disfruté y aprendí mucho cuando fui vicedecana de relaciones internacionales, o cuando me hice cargo de la dirección del LINGLAP, sobre todo porque supuso trabajar con gente muy valiosa al lado.
Háblanos de tus logros y de las dificultades que has encontrado en tu carrera profesional:
Hace poco un compañero más veterano me destacaba que soy una de las investigadoras españolas cuyo nombre más suena a nivel internacional dentro de mi campo. Yo creo que exageraba, porque afortunadamente somos varios los colegas españoles que estamos en ese barco (él entre ellos): la calidad de lo que producimos en la universidad española es admirable teniendo en cuenta que estamos en considerable desventaja con otros países. Pero a veces es bueno escuchar cosas así para poner en valor lo que hemos ido haciendo a lo largo de nuestra trayectoria profesional.
Algo que considero un logro reciente lo hemos conseguido en equipo: la concesión del Centro de Estudios Irlandeses de Cáceres por parte de la Federación Europea de Asociaciones y Centros de Estudios Irlandeses (EFACIS en su sigla en inglés) es el resultado del reconocimiento al buen trabajo desarrollado por la gente a la que he ido formando en la UEx.
La carrera investigadora en España es dura, como decía, no tenemos los recursos ni las facilidades que tienen en otros países. Las universidades españolas encorsetan más que inspiran, por mucho que se dictan leyes constantemente cuyo objetivo firme y honesto siempre haya sido mejorar el sistema. El sistema, desafortunadamente, aún contiene mentalidades estrechas, con poca visión, que muchas veces impiden que la Universidad española progrese. No quiero ser excesivamente crítica, porque es cierto que hay otro tipo de mentalidad mucho más abierta, que sabe hacer balance, es consciente de la herencia que arrastramos, y apuesta por progresar a pesar de todo. Pero desafortunadamente, no voy a negarlo, a mí me ha tocado vivir una universidad que no valora el talento, especialmente el talento femenino, pone trabas en lugar de dar alas, y castiga. Yo he encontrado muchas piedras en mi camino, y he visto actitudes que en otros países serían reprobables, e incluso sancionables.
Muchas de esas actitudes son el resultado de la falta de motivación causada por la visión limitada que produce el no haber salido, no haber vivido otras culturas universitarias, o simplemente no haber querido aprender de otros.
Afortunadamente en mi caso me he esforzado porque ese ambiente no me desmotivara nunca. Cuando he sentido la necesidad de buscar estímulo, he sido lo suficientemente valiente para marcharme, aprender y volver con la mochila llena de ideas. Ideas que he sabido reinvertir en mi entorno. Me he centrado en avanzar y en compartir lo aprendido, porque por el camino he tenido la suerte de cruzarme con gente maravillosa (mentores generosos, fantásticos gestores, y compañeros de verdad), que me han inspirado, me han valorado y me han contagiado su buen hacer. Encontré mucho de esto la primera vez que me marché, con una beca Erasmus, a la Universidad del Ulster, y después, cuando llegando al final de mi etapa predoctoral, vi que no tenía ni la más mínima posibilidad de seguir avanzando, y acepté un puesto en la Universidad de Limerick. Lo volví a encontrar en la Universidad de Dublín, donde fui contratada para desarrollar el campo de estudios del inglés de Irlanda durante un año, y lo he vuelto a encontrar en la Universidad de Bergen, donde he tenido la oportunidad de seguir creciendo y avanzar con proyectos de investigación que corrían el riesgo de estancarse. Pero también lo he encontrado en varias ocasiones en la UEx, la universidad en la que me formé, y en la que he trabajado desde que en el año 1997 comenzara mi carrera investigadora.
La pregunta buscaba una reflexión sobre mis logros, y supongo que todas las trabas que señalaba han supuesto que fuera mejor equipada cuando me ha tocado liderar. Mi interés por la internacionalización y por el papel que juegan las Humanidades dentro del ámbito investigador son producto de la sinergia entre lo que he visto y lo que he vivido en ambos contextos. Me da satisfacción pensar que he podido aportar algo a los alumnos y profesores que participaron en programas de movilidad cuando yo era vicedecana. Y también me siento satisfecha de haber podido contribuir a que el LINGLAP arrancara, fomentando el trabajo en equipo, la colaboración e intentando poner en valor la importancia de las Humanidades. Me siento igualmente satisfecha ahora ayudando a que el Centro de Estudios Irlandeses, que inauguramos este año con el respaldo de la Embajada de Irlanda, se consolide dentro de la UEx.
Ciertas oportunidades me han salido al encuentro sin que las buscara y me siento satisfecha de haber sabido aprovecharlas. Me siento también muy orgullosa de haber sabido guiar a otros en su carrera investigadora, dándoles oportunidades que yo no tuve.
Pero mi mayor logro es haber sido capaz de combinar mi carrera universitaria con la maternidad. Soy madre de dos niñas maravillosas que me enseñan a diario que la vida es mucho más que aquello con lo que nos identificamos profesionalmente, y que hay que saber desconectar del trabajo y conectar con el entorno, con las personas que nos quieren y con lo que nos rodea.
En enero del año que viene paso a tomar las riendas de NARNiHS, la Sociedad Norteamericana de Sociolingüística Histórica. Me siento muy honrada de que mis colegas norteamericanos hayan confiado en mí como próxima responsable de una asociación como esta, y me siento arropada por mi familia, que me acompañará a Nueva York para asistir al congreso.
¿Qué consejos y sugerencias podrías hacernos?:
Los consejos hay que adaptarlos siempre a las necesidades de cada uno. A alguno de mis doctorandos les he insistido en que si te dan una manzana hay que comérsela entera, no vale darle dos muerdos y tirarla, porque eso es desaprovechar oportunidades. A mis hijas las aburro con ese tipo de consejos, así que voy aprendiendo que todas las personas tenemos perspectivas diferentes.
Supongo que lo más importante en todos los contextos es saber ponerse en los zapatos del otro, y ejercer el respeto hacia los que nos rodean, en todas las situaciones. En cualquier profesión, considero que lo más importante es la calidad humana de las personas, porque sin calidad humana nadie puede ser buen profesional.