Violeta, a nosotras nos inspiras, ¿quieres presentarte?:
Soy Violeta, soy extremeña, nacida en Cáceres, criada en Miajadas y desarrollé mi carrera en Badajoz, Granada, Italia y Cáceres. Actualmente vivo en Mérida, me conozco bien la tierrina y soy una enamorada de los tesoros que ofrece.
Recuerdo leer con avidez desde bien chica, y creo que ese ha sido el secreto. No soy especialmente inteligente, pero sí comprendo muy bien lo que leo, lo que veo y tengo bastante imaginación, así que que eso me abrió bastantes puertas.
Elegir la carrera fue complicado, porque me gustaba casi todo. Una carrera que se llamaba la ciencia de la vida me pareció adecuado para cubrir mi curiosidad. Es cierto que aún pienso que me faltaron herramientas para elegir, conocimientos y madurez. Pero aún así no me arrepiento de haber estudiado biología. Hice los másteres correspondientes, estudié idiomas, trabajé fuera de España e hice voluntariados.
Empecé el doctorado gracias a tener buena nota y poder acceder a un contrato FPU. Si no, sinceramente no lo habría hecho, primero porque la vocación creo que es algo muy romantizado, algo que según de donde provengas no te puedes permitir y, sobre todo, porque el trabajo en ciencia debe dignificarse. La ciencia es algo maravilloso, pero también un trabajo duro y exigente, así que para mí, dedicarme a ella sin poder vivir de ello, no era una opción. Pude conocer gente increíble, aprender un montón, hacer estancias en el extranjero y adquirir muchísimas habilidades. Después de la lectura, tuve contrato con mi grupo de investigación y tiempo para conseguir otros contratos posdoctorales, seguir consiguiendo méritos y vivir de la ciencia un tiempito más. Pero no solo se acabó, sino que llegó la pandemia, que no nos dejó mucho margen en cuanto a decisiones pero bueno, decidí reconducirme para lograr trabajo, fuera o dentro de España. Lo que pasó después no sé si fue cuestión de suerte de estar en el lugar adecuado en el sitio adecuado o conformarse cuando hay que hacerlo. El caso que conseguí entrar en la Universidad, primero de Extremadura, luego de Zaragoza y finalmente en Badajoz, como profesora de anatomía en la facultad de Medicina.
Mi profesión no me define, o intento que no lo haga, pero si que trato de desarrollar todo lo que hago con la misma pasión y ganas. Bien sea divulgando, investigando o dando clases, así como cuidando de mis amigos, familia y del entorno que me rodea.
¿A qué querías dedicarte?, ¿Por qué elegiste tu profesión?, ¿Te imaginabas desarrollando el trabajo que realizas hoy?:
No lo he sabido nunca y aún sigo sin saberlo. Desde veterinaria de ballenas a escritora, pintora de cuadros o científica de moléculas (me encantaba esa palabra), he pasado por miles de fases en relación con que dedicarme de mayor.
Pienso que no somos totalmente libres al elegir nuestro camino, por mucha libertad que me dieran mis padres al elegir la carrera. Al final, uno va decidiendo con las herramientas que tiene en el momento, y cuando maduras, una piensa que se le hubiera dado bien otra cosa o que bueno, al final el trabajo es trabajo y no es tan importante en la vida. Quizás otras personas lo han tenido más claro, pero no es mi caso.
Es verdad que crecí rodeada de microscopios, ya que mi padre es biólogo y trabajaba en un laboratorio donde me llevaba muchísimas veces. También él y mi madre me inculcaron el amor a la naturaleza y el vivir en un pueblo hizo el resto. Decía ella que nací hablando y aún no me he callado, así que otra parte de mí se inclinaba por esa parte de comunicar a los demás. Si me he imaginado y visto siempre en un trabajo con gran componente social, de devolver a la sociedad lo que me ha dado y contribuir al avance, aunque sea un poquito, del conocimiento en cualquiera de sus formas, y creo que lo he conseguido en cierto modo.
Mi trabajo como docente, comunicadora y cuando tengo tiempo, investigadora, me llena en muchos aspectos, pero también tiene grandes desafíos que en algunas ocasiones han supuesto un problema de salud mental en mi caso. Muchos «millenials» no lo hemos tenido fácil para «elegir», y aún más con la pandemia que supuso un parón que truncó el camino que pensaba tomar al terminar el doctorado. Sin embargo, todo esto creo que me ha dado una gran capacidad de adaptación y de adaptarme a las situaciones y problemas que se han ido presentando en este camino laboral y personal.
Háblanos de tus logros y de las dificultades que has encontrado en tu carrera profesional:
La verdad que los logros no sé como se definen. Creo que hay una gran diferencia según la generación y los objetivos vitales para definir lo que es un logro y una dificultad. Yo apenas empiezo a reflexionar sobre lo que un día creí que sería un logro y lo que ahora pienso que es realmente.
Una vez derribada la barrera que nos imponemos, esa mental que nos impide a veces hacer ciertas cosas, me di cuenta que podría hacer cualquier tipo de trabajo intelectual que me propusiera. Así que puedo considerar que terminar el doctorado fue una gran satisfacción para mí y que me ha aportado herramientas para poder enfrentarme a otros muchos retos vitales.
¿Dificultades? Todas. Desde romantizar los trabajos y su precariedad, en base a esa supuesta vocación, y darte cuenta que esta no se come, hasta sufrir secuelas psicológicas por la presión y la exigencia del sistema académico. Cuando me quedé en paro tras el doctorado y con la pandemia en medio, pensé que nunca iba a poder volver al mundo académico. Pero con esfuerzo, tiempo, mucha paciencia y sobre todo el apoyo de todo mi entorno, pude retomar de nuevo y al menos poder vivir de mi profesión y de mi carrera, de obstáculos, sí, pero en muchos momentos satisfactoria. Eso lo puedo considerar de verdad un logro, junto con haber conseguido dar clase sin saber (nadie nos enseña) a mis alumnos, con verdaderas ganas y disfrute y también, el no desanimarme en el camino investigador, en el que se ponen muchísimas trabas a todos los niveles.